martes, 6 de marzo de 2018

LA CRÍTICA. El ritual

La caída de los dioses
Si algo destacaba en la filmografía de David Bruckner hasta ahora era su condición de segundo –incluso tercero- al mando, de ser el responsable de los segmentos más potentes de todas las antologías de género en las que ha participado. Y poco a poco, se ha ido haciendo gracias a ello un hueco en la industria como un nombre a seguir.

Curiosamente, este film podría ser la consecuencia de uno de sus trabajos más famosos, el “Amateur Night” de “V/H/S”. Es como si se centrase en la figura de ese grupo de amigos en lugar del de su depredadora, como si les diera una segunda oportunidad aquella fatídica noche, para luego volver a impartir su particular justicia divina.

Sendos trabajos vienen a tratar el mismo tema. La deconstrucción de la idealizada figura del macho de turno, del gallito que todos creemos llevar dentro, de ese palomo que saca pecho ante sus amigos pero que a la hora de la verdad se descubre como un auténtico cobarde. Pero más atractivo incluso que ese mensaje de trasfondo, “El Ritual” lleva más allá esta imagen que teníamos de Bruckner como cineasta, acabando por confirmarle como uno de los más estimulantes realizadores que ha dado el terror en los últimos años. Ya en solitario, cambia el cruce de caminos argumental por una única historia planteada de manera coral, por ese grupo de amigos que recorren a pie un bosque como forma de catarsis para esa generación en plena crisis de los 30.


Y lo hace con temple, impregnando de una atmósfera sólida un relato que, en esencia, ya hemos visto antes. Una especie de “Blair Witch” pero bien hecha, con un reparto sobresaliente –formidable la camaradería que desprende el cuarteto protagonista-, historia simple y bien encarrilada y una amenaza inteligentemente oculta que deja momentos tan escalofriantes como esa enorme mano confundiéndose entre los árboles.


Se la puede acusar de cierta previsibilidad, de no partir de un concepto excesivamente original. Lo que no se puede negar es que Bruckner ha conseguido con creces su doble objetivo. Por un lado, demostrar que tiene algo que contar como director y que sabe cómo hacerlo, que merece un hueco en el terror y fantástico por derecho propio. Y por el otro, que los mitos están para romperlos. Que nuestros propios dioses sangran, sufren, y que al fin y al cabo, son tan humanos como nosotros. Y que como tales, también ellos pueden caer.

A favor: la sencillez pero efectividad de su atmosférica propuesta
En contra: algunos la acusarán de cierta previsibilidad y escasa originalidad

Calificación ****
No se la pierda

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